lunes, 22 de diciembre de 2014

Sinfonía de respiraciones.

Comienza el juicio por la custodia de tu cuerpo.
Separación de bienes
pero tú te quedas en mi entrepierna
clamando por un trocito de cielo.
Ganas lo que quieres
pero no me miras,
es tu disfrute mayor que el mío;
y te agarro el pelo y  te subo la boca
a la mía
y te vuelvo a agarrar
esta vez donde el resto no te agarra
y te retuerces de placer
y te domino.
Y guiado por mí entras dentro de mi
humedad
mientras tus jadeos agarran mis nalgas y
desgarran mi cuello,
una perfecta sinfonía de respiraciones iguales que
parecen un solo
viento pulmonar,
suave y sucio.

Y nos movemos
perfectos
como un solo ser
lascivo y primitivo que se retoza en el barro al nacer,
que grita a la noche su nombre
sin saber cuál es.
Y nos movemos
perfectos
pero te pido que te marches
al correrme mirando hacia otro lado.

Moratones grises y vestidos de colores.

Me encontré
contigo,
                                                             soledad,
y te he perseguido,
para apuñalar tus ganas,
de querer que vaya descalzo. 
Para
guardar tu cuerpo en mi armario
y alimentarme de ti
y servirme
de tu presencia irónica.

Compartirás muerte con los vestidos de colores
que alguien
que me quería
se olvidó.
                Colgados.

Nunca entrarás en la cama
donde la chica con moratones grises
de amor
soñaba,
y a veces lloraba
también de amor.
Pero te dejaré entrar en mi piel
para demostrarte
la soledad que se siente
al estar
sin la chica de moratones grises y de
los vestidos de colores
que alguien que me quería,

se olvidó.

martes, 16 de diciembre de 2014

Billetes de por si acaso.

Despegar del suelo y
mudarme a otra ciudad,
trasladar una de mis pocas vidas,
incluso arriesgarla,
para hacer un cóctel
explosivo
con una de las tuyas
y vivir
por fin.

Hacer que merezca la pena
el billete solo de ida
que compré
por si acaso,
Y nunca usé
por si acaso.
Y nunca usé
por mis preguntas sin respuesta,
                                                                                       tus silencios,
y el no saber si la niebla es artificial
o solo incertidumbre creada por mis ojos.
Dejo de verte al final de mi mano.
Y mi lado que es más fuerte que el tuyo
pesa
y nos aleja.
Desequilibrios.

Y los trenes pasan
y el revisor me pide aquel billete                                      que nunca usé,
ya no lo tengo y
me empuja del vagón,
pero no importa,
ahora veo tus ojos buscándome
entre personas perseguidas por maletas
con el pelo revuelto
y aquel billete que compraste,
también

por si acaso.